Evangelismo Estilo Puritano
Confiemos en la predicación. La más grande necesidad en el mundo hoy no es comida, ayuda social o consejería, sino el retorno a una predicación poderosa que presente fielmente la verdad con
el vigor, el denuedo y la unción del Espíritu. Esa es la predicación que el mundo necesita.
Vivimos en una época que enfatiza el evangelismo mundial, pero si hemos de hablar de evangelismo bíblico, los puritanos tienen bastante que enseñarnos.
Muchos, al saber que los puritanos eran calvinistas y creían que el hombre es incapaz de arrepentirse por sí mismo, que Dios predestina a los que han de ser salvos y que Cristo vino a morir sólo
por sus elegidos, piensan que ellos no evangelizaban. Ellos se imaginan que estas doctrinas los restringían y hacía sus predicaciones contradictorias. Pero, ¿era así? La respuesta es no. ¿Por
qué? porque ellos imitaban a los apóstoles, y como ellos, veían la predicación desde una perspectiva evangelística.
Para los puritanos, la predicación era el método de Dios para salvar a los incrédulos y hacer crecer la iglesia, ya que, es Dios quien añade cada día los que han de
ser salvos y están preordenados para vida eterna. De modo que en mayor o menor grado, consideraban que la predicación no sólo tenía que proclamar todo el consejo de Dios sino debía ser
evangelística. Por eso su predicación era tanto doctrinal como evangelística.
Los puritanos entendían que las buenas nuevas de salvación no son una formula simplista. Para ellos el evangelio de Cristo no estaba divorciado del resto de la revelación plena de las Escrituras.
Y esa revelación plena a la que llamamos “La Palabra” siempre es evangelística, ya sea explícita o implícitamente.
Al hablar de predicación evangelística los puritanos se referían una predicación que incluye un llamado a volverse a Dios en arrepentimiento y fe. Su concepto de la predicación era que debía ser
hecha de forma que “la gente sienta que la Palabra de Dios es viva y poderosa, y que si hay algún incrédulo entre los oyentes, la Palabra haga manifiestos los secretos de su corazón y le haga dar
gloria a Dios.”
Los puritanos no solamente presentaban el evangelio; ellos lo ofrecían, implorando, razonando, urgiendo y apelando a todas las facultades del pecador. Su predicación iba dirigida a la totalidad
del ser de sus oyentes—mente, corazón, conciencia, memoria y voluntad. Si eso no les funcionaba, no tenían más a que recurrir, no utilizaban métodos humanos o estrategias de hombres. No le pedían
a nadie que levantara la mano, que pasara al frente o que firmara una tarjeta de decisión como se hace hoy día. La predicación era suprema para ellos pues la veían como el medio por el cual Dios
regenera al pecador.
Así que ellos no veían ni usaban más estrategia que predicar y orar. Es por eso que eran predicadores poderosos.
Es cierto que las doctrinas calvinistas mal manejadas pueden conducir a la falsa idea del hipercalvinismo que afirma que el ofrecer abiertamente el evangelio a todos los hombres contradice la
soberanía de Dios. Según los hiper-calvinistas, esto no se debe hacer pues el evangelio es sólo para los elegidos, los cuales, tarde o temprano, van a ser salvos soberanamente. Los puritanos (con
pocas excepciones) no cayeron en ese error.
También está la falsa idea del arminianismo, que afirma que el hombre es capaz de creer por sí mismo, si no fuera así, Dios no le pediría que creyera. Según los arminianos, no es Dios sino el
pecador quien decide si éste ha de ser salvo o no; y por eso los predicadores no deben limitarse sólo a la predicación sino deben usar todo tipo de tácticas y estrategias para convencer al
pecador.
Los puritanos rechazaron y combatieron esta idea.
Su secreto estaba en que fueron consistentes en enfatizar la responsabilidad humana junto con la soberanía divina sin tratar de racionalizar cada pequeño detalle. Ellos entendían el concepto
bíblico de que la regeneración precede a la fe, o sea que para que el pecador crea tiene que nacer de nuevo por la Palabra y el Espíritu. Por eso es que nunca llevaban registros y estadísticas de
los que “aceptaban a Cristo,” como se hace hoy.
Su meta era ver hombres convertidos, que se comprometieran con Dios, su Palabra y la iglesia. No conocían la idea de “cristianos carnales” ni consideraban cristiano a cualquiera que iba a la
iglesia y se comprometía a medias. Ese tipo de “cristianos” no se veían en sus iglesias.
Su predicación era una poderosa apelación al hombre total para que al nacer de nuevo se convirtiera, creyera y se entregara a Cristo totalmente. Si eso fallaba, lo demás no lograría más que una
decisión temporal que engañaría a la gente haciéndole creer que era salva sin haber sido regenerada.
Es esencial que contendamos por la verdad sin descuidar ninguno de sus aspectos. Dios es soberano pero el hombre es responsable, y si estas verdades se predican fielmente, Dios nos honrará.
Vemos pues que la predicación es tan vital y suprema porque es el método divino para alcanzar y regenerar a los pecadores. No nos atrevamos a menospreciarla. Oremos por nuestros predicadores,
para que sean como los puritanos en su pasión por Dios, por la predicación y por la salvación de los incrédulos.
...el Sermón predicado el Domingo 2 de Septiembre, 1855
¿Qué es un Calvinista?
“Si alguno me pregunta qué es un Calvinista, respondería, “Es aquel que dice, la Salvación es del Señor.” No puedo encontrar en las Escrituras otra doctrina.
Es la esencia de la Biblia. “Solo El es mi roca y mi salvación.” Decidme algo contrario a esta verdad, y será una herejía; decidme una herejía, y econtraré su esencia aquí, que se ha apartado de
esta verdad de roca fundamental, “Dios es mi roca y mi salvación.” ¿Cuál es la herejía de Roma, sino el haber añadido algo a los méritos perfectos de Cristo Jesús en las obras de la carne, para
asistir en nuestra justificación? Y ¿Cuál es la herejía del Arminianismo sino el agregar algo a la obra del Redentor? Cada herejía, traída a análisis, se descubrirá aquí.
Tengo mi propia opinión de que no hay cosa tal como predicar a Cristo y a Este crucificado, a menos que prediquemos lo que ahora llaman “Calvinismo”. Es un
sobrenombre llamarlo Calvinismo; Calvinismo es el evangelio, y nada más. No creo que podamos predicar el evangelio, si no predicamos la justificación por fe, sin obras; a menos que prediquemos la
soberanía de Dios en su dispensación de gracia; a menos que exaltemos el inmutable, eterno y elector amor de Jehová; ni creo que podamos predicar el evangelio, a menos que lo basemos en la
especial y particular redención de Su pueblo elegido y escogido que Cristo cargó sobre la cruz, ni puedo abrazar un evangelio que deje a los santos caer después de ser llamados, y que permite a
los hijos de Dios quemarse en el fuego de la condenación después de haber creído en Jesús. Tal evangelio repudio.”
“Para mí, el “calvinismo” es poner al Dios eterno al principio de todas las cosas. Miro todas las cosas desde la perspectiva de la gloria de Dios. Veo a Dios
primero, y al hombre después… Hermanos si vivimos en amistad con Dios, sí nos place escucharle decir, “Yo soy Dios, y no hay más”
Charles Haddon Spurgeon (Pastor Bautista)
Acerca de la ilustración: Un fiel hermano y seguidor de Jesucristo, Dirk Willems, vivió por el mandamiento de “Amad a
vuestros enemigos, (…) haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que (…) os persiguen” (Mateo 5.44).
Las autoridades holandesas ordenaron la captura de este hermano anabaptista en 1569. Cuando Dirk vio al cazador de recompensas, él trató de escapar al cruzar el río congelado. Cuando el
cazador de recompensas trató de cruzar el río, persiguiendo a Dirk, el hielo se partió y él cayó en el agua fría. Al ver que su perseguidor casi se ahogaba, Dirk regresó y lo rescató del agua
helada. El cazador de recompensas, conmovido profundamente por esta demostración de amor, quiso dejarlo que se fuera libre. Pero desde la otra orilla el burgomaestre le ordenó que capturara a
Dirk.
Después de varias semanas, cuando llegó el día de la ejecución de Dirk, un fuerte viento del oriente sopló sobre la llanura. Dirk estaba atado en la hoguera para ser quemado vivo, pero a causa del
viento el fuego fue apartado de la parte de arriba de su cuerpo. Él sufrió terriblemente mientras las llamas le quemaban sus piernas. En el pueblo cercano de Leerdam, las personas lo escucharon
exclamar
más de setenta veces: “¡Oh, mi Señor, mi Dios!”
Finalmente, el juez, desde su caballo, le dijo al verdugo: “Despacha al hombre con una muerte rápida”.
Dirk soportó fielmente este último sufrimiento de su vida y de seguro ha recibido la corona de la gloria
eterna.